Oda para el día de la Madre

A todas esas madres que les puede más el orgullo y el ardor de la venganza, que el amor y el bienestar de los hijos que han parido.
A las que mercadean con ellos y los usan como moneda de cambio, como monederos rotos. ¡Como arma arrojadiza para hacer daño convirtiéndolos en marionetas a las que mueven a su antojo!
A todas aquellas que se creen propietarias de sus vidas, poseedoras de la verdad infinita, dueñas y señoras del uso y disfrute de las criaturas que un día engendraron como si ellos fuesen animales sin raciocinio o sentimientos.
A esas, que no les importa mutilar una parte de sí mismos y permiten que crezcan con odio y rabia obligándolos a sentirse secos y muertos por el dolor de no estar con los suyos. Los que les vieron crecer y, a los que aman.
A las que sus lágrimas están por encima de la tristeza y el vacio que encierra el interior de los ojos de sus niños. Sí, a todas esas caritativas madres que lloran y exhiben su desgracia e infortunios pero que no tienen la piedad suficiente para darse cuenta de que ellas se sitúan sobre todo y todos.
A esas, a las que les falta la misericordia suficiente para amar a alguien más profundamente que a sí mismas.
A todas ellas, feliz día de la madre.
Y a las otras,
A las que nos muestran cada día que en esta vida se pueden hacer las cosas de otra manera, gracias, mil gracias por vuestro tesón, generosidad y cariño; y por hacerles sentir a vuestros hijos que no existe nada más grande en el mundo que el amor de una madre.

Carmen Gómez